Miquel Bonet, profesor, abogado, autor de “¡Búscate la vida!”

No se asusten, no hablo de comisiones corruptas, sino de las cifras de paro; de un país muy cercano, si no en distancia, sí en sentimientos: me refiero a Chile, que acabo de visitar de nuevo hace unos días. Obviamente las cifras asustan —al revés— y uno se contagia de sana envidia, sin poder evitar un precoz análisis por simple deformación profesional, ya que me paso muchas semanas al año tratando de «enseñar» o al menos acompañar a mis alumnos —los que quieren, claro— hacia el sendero que conduce a encontrar su oportunidad.

Naturalmente existen miles de excusas, algunas justificables, para no encontrar trabajo. Es cierto que hay crisis, que las ofertas no son homogéneas ni sincronizan con la oferta académica, que faltan empresarios, que los salarios han bajado…; y también hay «otras excusas» como que viviendo con los padres todo es más fácil, que casi nadie pide mi «currículum», que no «paso» la entrevista, que «no piden de lo mío» y, claro está, que madrugar en invierno cuesta más, que se han inventado las App, para facilitar lo que ya se «sabe», y los SMS para acortar palabras sin perder el sentido, y al final parece que la culpa es de la sociedad.

¡¡Pues claro que sí!!, tenemos un paro juvenil del 54,6% (datos de fin de 2013), al mismo tiempo que tenemos miles de plazas que no se cubren: por ejemplo, más de 50.000 puestos de comercial según datos de las ETT, que son como un «ángel» que gestiona que mucha gente esté ocupada, aunque sea en períodos cortos.

¿Qué está pasando? Para mí, y contrastado con mi experiencia, el tema es claro y tiene 3 componentes, como mínimo: de valores, de educación y de actitud.

Un breve repaso nos lleva a la conclusión que en los últimos 20 años nos hemos cargado, gracias a políticas nefastas de nuestros gobernantes, toda la credibilidad que inspiraba confianza a nuestros vecinos, y eso lo notas cuando viajas por ahí, pues ya nadie se cree que seamos un país honesto —ningún partido político se salva de la corrupción—; por otra parte, si se dudaba de nuestra frágil competitividad, ahora es evidente: las multinacionales han deslocalizado todo lo posible; y no digamos, las buenas maneras o la urbanidad: no hay respeto ni siquiera para los viejos ni los maestros, y ¿qué me dicen de la cultura del «esfuerzo»?

Qué más les puedo contar como docente vocacional afortunado por haber podido alternar el mundo de la empresa y la formación… La verdad es que no somos capaces de inspirar la curiosidad que lleva a aprender, estudiar y practicar; encima se ha cambiado el «método» hasta 4 veces, incentivando la «mediocridad»; los conocimientos troncales se han convertido en el pórtico de los «masters» que se han pervertido tanto, como las operadoras de teléfono, olvidando y obviando que para ser «maestro de algo» antes hay que ser aprendiz y tener oficio. Tratando un máster como un posgrado se pierde la esencia de su objetivo, que no debería ser otro que mejorar la sociedad en que uno vive.

Y por último, hablando de oficios, pues hablemos de actitud o esta disposición natural, que lleva primero a descubrirse a uno mismo para focalizar lo que se quiere en la vida, y después estas ganas, disposición y voluntad individual que te lleva a hacerlo y que te guste.

No es que falten cincuenta mil vendedores, es que faltan millones de personas dispuestas a entender que vivir es venderse a uno mismo, saber escuchar, empatizar con el otro, explicarse, mostrar y convencer con el diálogo; y el ejemplo es nada menos que la razón de un humano adulto, es casi una obligación y resulta que la gente tiene miedo a expresarse, a pensar para argumentar y esta «pereza» —porque no es otra cosa— es el mayor obstáculo no solo para trabajar sino para confiar y creer que nadie va a hacer tu vida por ti; se trata de estar atento para ver las oportunidades. Hace unos días leí una frase: «mientras unos lloran, otros crean una fábrica de pañuelos»; este es el tema y si quieres quejarte, peléate contigo hasta descubrir que ni los chilenos, ni los europeos, ni los chinos son mejores, simplemente aprovechan sus oportunidades.