Mario Alonso Puig, médico, docente del centro de formación empresarial Garrigues, autor de Madera de líder, editado por Empresa Activa

A las personas hay que mimarlas, dice Mario Alonso Puig, porque un profesional en el que se confía da lo mejor de sí mismo. En eso radica el liderazgo, en ayudar a otros a lograr una altura insospechada, pero también en ayudarse a uno mismo a alcanzar las mayores cotas.

El liderazgo del que habla Vd. en su libro no es el del directivo agresivo que va pisando fuerte por los pasillos sino el de la persona que tiene el valor de dirigir su destino.

Tendemos a pensar que quien exhibe su poder esta exhibiendo cualidades de liderazgo y lo que en realidad muestra son cualidades de mando.

El liderazgo del que yo hablo es un concepto mucho más bello y más estimulante pues hace referencia a la naturaleza humana: es la ilusión de saber que todos, sin excepción, tenemos posibilidades extraordinarias de salir de la zona de confort donde nos vemos limitados, y donde jugamos un papel de víctimas, paraelegir nuestra forma de vivir.

En el fondo, todos tenemos esa capacidad, pero para ponerla en marcha hay un elemento esencial: que creamos que es así.

Pero asumir el papel de víctima es mucho más «cómodo» quearriesgarse a tomar decisiones.

Lo que sucede es que el ser humano tiene mucho miedo a salirse de la zona que le es familiar. Es más, hay personas que están experimentando muchísimo dolor y sufrimiento en sus vidas, pero el miedo a romper barreras y entrar en lo desconocido es tan paralizante para ellas que prefieren una circunstancia dolorosa a una de crecimiento.

Hemos construido una forma de pensar que a base de razonamientos y justificaciones nos hace creer que no hay posibilidades de crecimiento y abundancia para nosotros, pero es falso.

Por eso muchas veces optamos por echarle la culpa a los demás de aquello que no nos gusta de nuestras vidas.

Claro, por eso el liderazgo del que hablo en el libro parece muy poco razonable porque deja a un lado las justificaciones para hablar de elecciones. Y éstas en lo que se basan es en cómo uno quiere vivir su vida.

¿Es cierto que asumir el papel de víctimas nos «mata» un poco cada día, y no precisamente en sentido figurado?

Hay unas serie de hormonas llamadas corticoides, muy utilizadas en medicina, con efectos beneficiosos, pero que también tienen el nombre de hormonas del miedo. Están diseñadas para ponerse en marcha y habilitar nuestro organismo para ser más potente frente a desafíos físicos.

El problema es que hoy díalos corticoides están permanentemente elevados porque nuestro sistema de alerta, el llamado sistema nervioso simpático, está continuamente relacionándose con un mundo hostil.

En esta situación de ansiedad continua, donde uno cree que sólo es una víctima que tiene que aguantar los embates sin poder decidir mucho su respuesta, los corticoides empiezan a combinarse con la secreción mantenida y alta de un neurotransmisor cerebral llamado glutamato, y cuando se combinan a esos niveles hay unas células que necesitamos, pues son neuronas que nos permiten aprender cosas nuevas, adaptarnos a procesos de cambio y recordar la experiencia pasada, que empiezan a morir.

La buena noticia es que se pueden reproducir, podemos recuperarlas si empezamos a pensar que somos capaces de avanzar y tomar nuestras propias decisiones.

¿Cuál es el principal freno al avance del liderazgo personal?

Las personas hacemos interpretaciones de lo que sucede y cuando dirigimos esas interpretaciones de manera negativa limitan nuestra confianza.

Si yo me encuentro frente a un desafío y me digo: yo ya he superado otros desafíos en mi vida, ¿por qué no voy a hacer frente a éste?, entonces avanzo apartando la duda con la mentalidad de una persona que juega a ganar en lugar de a no perder, y los procesos que se ponen en marcha tanto fisiológicos a nivel cerebral como fisiológicos a nivel hormonal son diferentes.

Pero si lo que me digo es: no voy a hacerlo bien, tengo que ser perfecto, pero no lo conseguiré… me voy envolviendo en unas palabras que me van debilitando.

Se ha demostrado que el dar vueltas a palabras negativas durante un minuto deja el sistema inmunitario profundamente afectado durante seis horas. Puede que sea muy razonable darle vueltas a pensamientos negativos, pero es muy poco inteligente.

De lo que estoy hablando es de que en lugar de utilizar las palabras de nuestros pensamientos para debilitarnos las utilicemos para que nos fortalezcan. El aforismo «las palabras se las lleva el viento» no hace justicia al verdadero poder que tiene el lenguaje para transformar una vida e incluso una sociedad.

Deberíamos pensar en las palabras no sólo como en simples vibraciones de las cuerdas vocales sino como en elementos energéticos.

En su libro habla de dos conceptos clave para lograr el liderazgo: visión y misión.

Sí. La visión es una imagen, la imagen en el futuro del lugar al que quiero llegar. La misión es una declaración por escrito que me permite actuar hoy y que cuando haya confusión en mi vida me va a servir para recordar hacia donde tengo que mirar si no quiero perderme en el camino.

Visión y misión utilizan dos capacidades muy potentes del cerebro: la imaginación, que te permite generar una imagen ilusionante, y el lenguaje, que te sirve para recordar cuáles van a ser los valores que van a gobernar tu día a día. Porque si no estarás perdiendo el tiempo en cosas que son muy urgentes, pero nada importantes.

Dice usted que a las personas hay que exigirles menos y esperar más de ellas. ¿A qué se refiere?

Cuando las personas sienten que se espera mucho de ellas su nivel de productividad aumenta de forma natural. Es de sentido común: un profesional ilusionado que se siente valorado trabaja mejor y maneja el tiempo de forma inteligente porque en lugar de darle vueltas a pensamientos negativos concentra su energía en avanzar.

Lo que pasa es que creemos que para obtener resultados de los demás hemos de apretar, sin embargo cuando la presión interior sube por encima de un determinado punto el nivel de productividad cae en picado y la salud también.

Sé que es difícil y simplista elegir sólo una, pero ¿qué cualidad principal debería poseer un líder?

Si he de hablar sólo de una lo haré de la responsabilidad. Le pondré un ejemplo: si un enfermo se siente responsable de su enfermedad, es decir, si se ve capaz de actuar y empieza hacer algo, -desde ejercicio físico hasta cuidar su alimentación-, sus posibilidades de hacer frente a la enfermedad con éxito son mucho más altas porque con su iniciativa está activando el sistema inmunitario. Y esto es algo demostrado por la psiconeuroinmunología.

La responsabilidad no es ser o no el culpable de que algo funcione o no funcione, es la capacidad de dar respuestas. Por eso un líder debe ser consciente hasta la médula de que puede influir siempre en cualquier circunstancia.

© Laboris