Quienes trabajan en una empresa, sea cual sea su dimensión, saben que a menudo los directores generales pronuncian discursos grandilocuentes sobre lo importantes que son las personas para la organización. Sin embargo, sus palabras suenan huecas, pues tienen el sonido de la falsedad. Esos directivos hablan de humanismo porque han oído en algún seminario que el humanismo está de moda, pero en el fondo no creen en él.

«Siempre ha habido y habrá empresas sanas, empresas ejemplares en sus políticas de recursos humanos», asegura Juanma Opi, «pero son poquísimas». Este investigador del comportamiento humano, consultor coach, formador de directivos y durante años director de empresa, acaba de publicar con Ediciones Granica el libro Yo… ¡cocodrilo! Cómo nace un triunfador, en el que explica el porqué de tanta falsedad y demuestra que existe una forma de dirigir amable, honesta, seria, digna…, en la que es posible obtener grandes beneficios económicos sin olvidar la ética y poniendo el acento en las personas. Opi narra la historia de dos peculiares personajes: un directivo agresivo con ganas de comerse el mundo y un cocodrilo de imponente dentadura que sólo come lo que necesita. Las vidas de ambos se entrecruzan y a medida que avanzan por ellas, van extrayendo conclusiones bien distintas.

La historia, simpática, divertida y de lectura fácil, encierra mensajes de lógica pura, de una evidencia aplastante, pero al mismo tiempo auténticos, profundos y válidos tanto para un director general como para un peón de obra, pues para dirigir el propio destino no hace falta ser un alto ejecutivo, sólo hace falta creer en uno mismo.

Un buen consejo siempre es un buen consejo

Si optas por ser auténtico, toma nota de algunas de las enseñanzas que extrae el cocodrilo de Juanma Opi durante su vida:

  • La universidad de la vida, para los que no pueden pagar una costosa matrícula, es una buena opción.
  • Antes de cambiar, hay que pensar las consecuencias.
  • No te dejes cegar por la ambición.
  • Es más libre quien ayuda a otros a ser libres.
  • Ante la adversidad hay que crecerse y actuar.

Juanma Opi, formador coach, autor de Yo… ¡cocodrilo!

«El proceso humanista en las empresas va hacia atrás»

¿Cómo un cocodrilo con sólo 33 neuronas puede comportarse de forma más inteligente que un directivo?

Porque se centra en ser lógico y en ser él, mientras que muchos directivos ni actúan con lógica ni se dedican a ser ellos mismos, ya que están mediatizados por su propia personalidad y por el entorno de presión que les rodea.

Yo… ¡cocodrilo! transmite un mensaje obvio: Las personas que se sienten felices en el trabajo rinden más y producen más beneficios. Pocas empresas aplican este principio, ¿hasta qué punto los valores que se nos inculcan en la infancia son la causa?

A menudo, durante la infancia, recibimos mensajes verbales que se contradicen con los comportamientos, eso crea una distorsión, y el niño lo que interioriza es lo que ve, más que lo que oye. Sus padres le dicen: no fumes, pero él está viendo que sus padres fuman y eso los hace felices, entonces puede llegar a interpretar que sus padres no quieren que él sea feliz.

En otros casos hay coherencia entre lo que los padres dicen y hacen, pero ese mensaje no puede competir con los mensajes de la TV y la publicidad y el niño acaba siendo más permeable a eso que a los mensajes de su familia y de la escuela. Hoy el gran problema de la humanidad es que apenas existen mensajes claros y positivos que puedan arraigar en las personas. Eso crea un vacío existencial que la persona intenta llenar tomando como referencia los mensajes de la publicidad, a menudo relacionados con el poder y la riqueza, y para alcanzar poder, riqueza, etc., se acaba haciendo lo que sea.

Durante una década, el discurso de la empresa humanista ha llenado muchos foros y jornadas: ¿ha servido para cambiar algo o sólo para que quienes organizan esos eventos hayan hecho negocio?

Clarísimamente ha servido para lo segundo. Los que visitamos empresas constantemente sabemos que incluso algunas muy conocidas, que se llenan la boca con lo mucho que hacen por las personas, son organizaciones autocráticas, en las que se trabaja con enorme presión y donde se discrimina a las mujeres. Una empresa humanista sólo lo será el día que en su cuenta de resultados incluya tanto los beneficios económicos como los éticos y de valores, lo demás es parafernalia, es tapar las vergüenzas.

¿Los departamentos de RR.HH. van a menos?

Hay excepciones, pero lo cierto es que los directores de RR.HH. están desapareciendo de los Consejos de Administración. El proceso humanista en las empresas va hacia atrás y eso, en mi opinión, es muy preocupante.

¿Con cuántas empresas interesadas en llevar a cabo «operaciones de cosmética» para parecer más humanistas se ha encontrado en su trayectoria profesional?

Con muchas, les haces preguntas del tipo: ¿pagas bien a tus empleados?, ¿se sienten apoyados por sus jefes? Y no contestan. Cuando lo básico no está resuelto, lo demás no sirve de nada. Muchas empresas no quieren solucionar lo básico, quieren hacer seminarios para quedar bien y eso no sirve de nada, lo que han de hacer son procesos reales de cambio.

El directivo protagonista de su libro acaba en la cárcel, pero la empresa en la que trabajaba sigue funcionando. ¿Los malos siempre triunfan?

Bueno, sólo hay que fijarse en quiénes mandan el mundo: los políticos y excepto cuatro que se salvan, el resto no tiene ninguna ética, a partir de ahí nos encontramos con todo lo demás. Afortunadamente, existen «políticos sanos» y «empresas sanas», pero la gran rueda gira en torno al poder y la ambición.

La mente humana con tal de no tener que pensar se cree lo que le digan, los políticos lo saben y montan sus estructuras a partir de eso, sabiendo también que hoy existe un gran vacío en la humanidad. Los políticos manejan las voluntades de las personas ayudados por unos medios de comunicación que les dicen a los pobres que pueden tener lo mismo que los ricos: coches caros, vacaciones en las Maldivas… Y sí, es posible, pero a costa de hipotecar sus vidas teniendo que trabajar hasta el límite y haciendo lo que sea para pagar todo eso que les dicen que está a su alcance. ¡Ah, y que no se preocupen si se encuentran mal, si se ponen enfermos! Las grandes compañías farmacéuticas se lo solucionan con unas pastillitas. Todo eso mantiene la rueda. Los personajes, como el de mi libro, caen, pero las empresas continúan porque no tienen corazón.

Entiendo… y el coprotagonista de su libro, el superdirectivo Deleite, es víctima de esa rueda.

El camino está lleno de cadáveres que lo intentaron, que aspiraron a ser el triunfador que nos venden la sociedad y los medios de comunicación, que se esfuerza por trabajar y ser eficaz, pero no lo consigue porque piensa que para ser eficaz lo que hay que hacer es dedicar muchas horas a la empresa. Deleite es un ejemplo del directivo que hace nada a toda leche. Para mí el directivo genial es el que tiene tiempo de ir a jugar al paddle y estar con su familia. Las personas como Deleite tienen un concepto equivocado de lo que significa tener éxito en la vida.

¿Entonces es cierto que lo único que les preocupa a las empresas es conseguir beneficios?

A la mayoría sí, es lo único que buscan y aunque parezca una paradoja y muchas personas puedan escandalizarse por esta afirmación, mientras exista la bolsa, vamos a continuar igual, porque la bolsa (aunque no es el único mal) es un centro de especulación para conseguir dinero a corto plazo. Uno de los grandes problemas de la economía actual se encuentra en ella, porque aunque se nos diga lo contrario, la bolsa no tiene nada que ver ni con el desarrollo de las empresas ni con el desarrollo de la humanidad, más bien lo dificulta.

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