Fernando Trías de Bes, socio de la consultoría especializada en investigación e innovación Salvetti & Llombart.

¿Por qué las personas dedicamos tanto tiempo al trabajo? Por dinero, por reconocimiento social, para realizarnos…

Fernando Trías de Bes lo explica en El vendedor de tiempo, de Empresa Activa, una brillante sátira sobre el sistema económico.

El protagonista de tu libro desearía dedicarse a una ocupación bien distinta a la de ser contable. Pero no puede, necesita el empleo para pagar su hipoteca. Sin embargo vislumbra una oportunidad: convertirse en emprendedor.¿De verdad es más libre un emprendedor que un asalariado?

A efectos de tiempo seguramente no, porque cuando tienes tu negocio te lo llevas cada día a casa -aunque hay personas que trabajan por cuenta ajena que también se llevan los problemas a casa-. Lo que sucede con el trabajo del emprendedor es quepermite acceder a otro tipo de libertad. No estás sujeto a la dependencia jerárquica del jefe ni de la empresa y puedes llegar a conseguir -aunque no siempre es así- unos ingresos superioresa los que obtendrías trabajando para otro. Eso, a la larga, puedebrindarte la posibilidad de convertir el dinero en tiempo.

Pero es una decisión que depende de cada persona, porque incluso Tipo Corriente, el protagonista del libro, llega a un punto en que gracias al éxito de su negocio podría dejar de trabajar y dedicarse a lo que realmente le apasiona, el estudio de las hormigas de cabeza roja; sin embargo, entra en la dinámica de la ambición y él mismo se esclaviza. De todas formas, lo de sentirse más o menos libre no depende sólo del tiempo que uno dedique al trabajo: hay gente que se siente libre trabajando de ocho a tres como funcionario y destinando el resto del día a sus intereses mientras que otras personas se ven más libres trabajando de sol a sol, pero en su propio negocio.

Al igual que le sucede al protagonista del libro, muchos trabajadores sienten que no son dueños de su tiempo porque deben dedicar buena parte de él a un empleo -aunque también podríamos referirnos a otras obligaciones- que no les gusta, pero que les permite llegar a final de mes. De acuerdo, pero ¿qué tiene eso de novedoso?

La respuesta es muy simple: que se produce en un sistema libre. La gran paradoja es que después de tantas revoluciones, tanta sangre derramada y tanta gente que ha sufrido para que se garanticen libertades y derechos fundamentales resulta que cuanto más libre podría ser la persona más grilletes le ponemos. ?sta es precisamente la reflexión final del libro, que un sistema libre puede esclavizar tanto o más que uno feudal dependiendo de cómo se diseñe.

Hemos alcanzado grandes logros en los países desarrollados, sin embargo, por un proceso difícil de explicar, nos acabamos inventando lo que sea para encadenarnos. El coste que implica pertenecer a la sociedad es muy alto, empezando por la vivienda, y en un momento en el que podríamos disponer de mucho más tiempo para nosotros mismos y vivir más relajados creamos escasez.

¿Crees que en el mundo real los trabajadores estarían dispuestos a darlo todo a cambio de tiempo, tal como sucede en el libro?

No en el sistema actual porque resulta imposible, si no los trabajadores ya lo estarían haciendo. Hay muchos que se lo plantean, intentan vivir de otra manera, huyen de las ciudades…, pero es complicado porque hoy el 80% de los ingresos de la mayoría de personas en los países desarrollados se necesitan para cubrir lo esencial: un techo, seguridad y comida.

¿Y si fuéramos menos consumistas, si prescindiéramos de según qué lujos?

Dependería de cada caso, algunas personas podrían «recomprar su tiempo» haciendo ciertas renuncias, pero otras por mucho que lo intentaran no lo conseguirían. En general, dentro de las capas medias de la sociedad la mayoría de personas vive como vive porque no tiene más remedio. De todas formas, no quisiera caer en el dramatismo, estoy convencido de que volveremos a un cierto orden, aunque seguramente será por convulsión.

Desconozco cuál va a ser el mecanismo detonante, pero creo que antes o después llegará. Quizá venga de las plataformas cívicas y de una concienciación generalizada hacia la necesidad de no caer en las trampas del sistema. El entramado es complejo, pero pienso que el poder del ciudadano es mayor de lo que parece.

Aseguras que «el alejamiento de la espiritualidad en el mundo occidental y la pérdida de valores conducen necesariamente a dejar de encontrar sentido a lo que hacemos». Si recuperáramos la espiritualidad, ¿seríamos capaces de rebelarnos contra el sistema?

No me cabe la menor duda. Nos centraríamos mucho más en lo esencial, lo importante, lo que llena, huiríamos del consumismo, dejaríamos de funcionar por inercia y ya no tomaríamos según qué decisiones que lo único que hacen es encadenarnos.

¿Crees que la globalización, que implica, entre otros aspectos, competir con países que tienen costes laborales más bajos que los nuestros, nos encadenará aún más?

No estoy muy seguro de que la globalización influya negativamente sobre nuestro control del tiempo. Si uno consigue meterse en el comercio global el país en general mejora. Otra cosa es si el ciudadano pierde o no con ello, y eso habría que analizarlo caso a caso.

Yo pienso que actualmente lo que está encadenando a las personas en los países desarrollados no es la globalización sino el coste de la vida y eso es debido sobre todo a una cuestión de la organización interna del país y de lo que hay que pagar por conseguir ciertos bienes. El caso más claro es el de la vivienda. De acuerdo que el suelo tiene propietarios privados, pero pertenece al país, entonces ¿qué sentido tiene que el ciudadano deba endeudarse tanto por algo que pertenece a la propia sociedad? Una vez cubierto lo esencial, si uno quiere seguir vendiendo su tiempo para conseguir más lujos es cosa suya, pero si el ciudadano ha de ser esclavo del sistema para conseguir lo básico entonces el problema se encuentra en cómo está organizado el país internamente, no en cómo participa del comercio mundial.

Por curiosidad, ¿tú eres dueño de todo tu tiempo?

Hasta cierto punto. También tengo mis compromisos, pero he liberado bastante tiempo y voy en camino de liberar aún más. Lo importante es que el 80 o 90% de lo que hagas te guste realmente, es una cuestión de porcentajes. El secreto está en definir qué es lo que te interesa realmente, decidir hacia dónde quieres ir y caminar en esa dirección, en lugar de funcionar por inercia. No es fácil, da vértigo y por lo general hay que tener mucho valor, ir a contracorriente y arriesgar. No se trata de enviarlo todo al traste de un día para otro sino de ir haciendo camino, sabiendo que te has de reinventar cada cierto tiempo. La vida es eso…

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