Miquel Bonet, Director del Programa de Competencias de la Universitat de Barcelona iL3

Parece que la prevención está de moda, aunque la verdad es que, no ha dejado de estarlo nunca y menos en los tiempos que corren, porque esta vez el riesgo no es solo de salud o integridad física, sino que esta «maldita» CRISIS está poniendo en evidencia el estado del bienestar, nuestra forma de vivir, nuestro bolsillo por descontado, la paz social y quien sabe si también la escala de valores.

Los expertos hablan de las medidas de Prevención de riesgos, que debieran haber tomado en épocas de bondad, pero que no se ejercieron, por ejemplo, en el campo jurídico para dar garantías a los créditos impagados y ayudar a las pymes, en las finanzas, porque había que legislar las suprimes y/o los títulos con garantías más que dudosas, la educación para que no se legisle pensado en los «electores» y la reforma laboral que no se hizo en su día y ahora «duele más».

Vivimos tiempos convulsos, marcados por la tecnología, la velocidad del cambio y un escenario de competitividad global, que ha modificado nuestra forma de trabajar. Hoy se demandan al trabajador valores añadidos y conocimientos que pueda aplicar de inmediato. O se tienen o se aprenden, no hay alternativa porque las empresas necesitan del talento individual y del liderazgo capaz de descubrirlo y desarrollarlo para poder competir y a veces, sobrevivir.

Todo ello influye, como no, en las personas y plantea nuevos retos sobre el grado de implicación que debe exigirse para trabajar en un proyecto, por eso, la flexibilidad, la movilidad, la eficiencia y el compromiso son exigibles al nuevo trabajador del siglo XXI.

Naturalmente tanta convulsión en el desarrollo de las tareas laborales ha dado paso a nuevas enfermedades laborales. Bourning, estrés, depresión etc. se suman a los riesgos tradicionales y por ello, la prevención debe alcanzar también hasta estas nuevas cotas, exigiendo a los profesionales de PRL determinadas competencias que trascienden aquellas de tipo técnico, organizativo y relacional que ya le eran propias.

Más que nunca, el rol de la persona en la organización, su talante, talento y actitud adquieren un protagonismo determinante, exigiéndose además una mayor involucración en los proyectos empresariales, asumiendo al mismo tiempo la incertidumbre con que se enfrentan las empresas y entidades, especialmente las de servicios, en un mercado muy dependiente y competitivo. Por ello y para adquirir estas competencias, no existe otro camino que la formación y la experiencia que sólo proporcionan la práctica y normalmente los errores.

El sector de la salud, se enfrenta además a los retos que significan una mayor complejidad en los servicios sanitarios, una mayor exigencia por parte del paciente y la necesidad de buenos profesionales que sepan generar ilusión, eficiencia y seguridad, con una eterna sonrisa en los labios, sin perder de vista, que todos queremos una atención cada vez más personalizada y que además aspiramos a que cualquier tratamiento en un centro de salud sea siempre una experiencia positiva.

© Laboris
18-6-2010