La sociedad de la información puede hacerle un gran favor a estos licenciados, que en diferentes ámbitos van encontrando salidas laborales. Tras una breve crisis en qué se veía como se iba secando la cantera de la educación secundaria o el trabajo en las editoriales ? incapaces de absorber toda la demanda de empleo -, actualmente un filólogo se debe fijar en:

  • Enseñanza de segundas lenguas: en un mundo globalizado, la necesidad de aprender nuevos idiomas está aumentando. Por el momento, los productos estrella son: catalán, inglés, alemán y, gracias a la alta afluencia de inmigrantes, castellano.
  • Asesor ling?ístico: puede encauzar su futuro en ámbitos como la gestión editorial, cultural, traducción o comunicación. Son necesarios para la corrección de textos, pero también para su creación. Muchas empresas contratan filólogos para la redacción de memorias o resumir textos, mientras que los gabinetes de abogados requieren sus servicios para traducir textos especializados.
  • Técnico del lenguaje/computación: está relacionado con la informática y el tratamiento automático de textos. Le permite al filólogo trabajar con un grupo humano formado por diseñadores y programadores. Su función es la de crear aplicaciones de tratamiento informático de textos.
  • Traducción: una opción clásica que sigue captando a muchos profesionales. Para filologías minoritarias ? clásica o románica ? sigue siendo la salida profesional más clara.

Si no quieren orientarse al sector privado, otra posibilidad para los filólogos es la de especializarse en logopedia y patologías del lenguaje.

Estas nuevas salidas profesionales, combinadas con el trabajo en editoriales, permite que los filólogos miren el futuro con cierto optimismo. De todas formas, los estudios que se cursan en la universidad son cada vez más generalistas con el objetivo de preparar al profesional con un alto bagaje cultural que, posiblemente, requiera de alg?n curso de especialización.

Las estadísticas indican que los coeficientes de inserción laboral de los titulados en Filología Hispánica, Catalana e Inglesa son relativamente altos, mientras que en el resto de filologías la situación es mucho más inestable.

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