Construir una gran Europa, capaz de mantener un crecimiento económico duradero, de la mano de una mayor cohesión social y una mejora del empleo, tanto cualitativa como cuantitativamente.

Y todo antes de 2010. Éste es el objetivo de la Estrategia de Lisboa, una iniciativa que plantea una estrategia global en la que cada Estado debe poner su granito de arena. Pero para analizar este proyecto hay que remontarse a marzo de 2000, cuando el Consejo Europeo aprobó en la capital portuguesa un plan de desarrollo de la Unión Europea llamado, además de Estrategia de Lisboa, Agenda o Proceso de Lisboa.

Fueron tres las líneas de actuación marcadas en aquel momento para la consecución de los objetivos. Una de ellas se fundamentaba en caminar hacia una sociedad y una economía del conocimiento a través de la investigación y en reforzar la competitividad y la innovación.

Asimismo, la estrategia inicial recogía dos pasos más: mantener la evolución económica y modernizar el modelo social con una mayor inversión en recursos humanos y potenciando la lucha contra la exclusión social.

Una revisión

Sin embargo, el Proceso de Lisboa ha sufrido variaciones y, de hecho, fue relanzada hace tres años, definiendo el Consejo Europeo en la primavera de 2006 los cuatro pilares básicos de la Estrategia renovada. Así, se propone a los Estados invertir en personas y modernizar el mercado laboral. ¿Cómo? A través de nuevos planes de acción y de la definición de unos objetivos que giren en torno a una reducción del abandono escolar y la mejora de las capacidades básicas de lectura.

En este sentido, el Consejo deja un espacio a la educación, la investigación y el desarrollo (I+D). En concreto, propone llegar a la libre circulación del conocimiento (lo que ha llamado ‘quinta libertad’) y para conseguirlo, sugiere la creación de un área europea de investigación y poner en marcha medidas que permitan, por ejemplo, alcanzar un uso del 30 por ciento de internet de alta velocidad o la conexión de todas las escuelas a través de esta vía.

En el ámbito empresarial, la Estrategia presta especial atención a las pymes y anima a los países a desarrollar políticas adaptadas a una ley europea de la pequeña empresa con el objetivo de fomentar la actividad y potenciar el desarrollo de estas entidades.

Por último, el Consejo Europeo se centra en la energía y el cambio climático, terreno en el que sugiere a los Estados miembros replantearse los objetivos establecidos en cuanto a la reducción del consumo energéticos en los edificios públicos.

Hay que darse prisa

Los pasos hacia la sociedad del conocimiento se están dando poco a poco, sobre todo en España.

El nivel de educación de los europeo es aún insuficiente, razón por la cual la Estrategia de Lisboa concede un lugar de honor a este aspecto. Este gran objetivo, el de potenciar la sociedad del conocimiento, cuenta con dos puntos clave: reducir en un 20 por ciento el número de adolescentes con dificultades de lectura (siempre respecto al año 2000) y llegar a que el 85 por ciento de los jóvenes de 22 años haya completado la Educación Secundaria.

Pero no nos engañemos: los datos no reflejan una mejora considerable en estos aspectos, sobre todo si tomamos como punto de referencia a España. Y es que el año pasado sólo el 61,1 por ciento de los jóvenes españoles de entre 20 y 24 años contaba con el título de Bachillerato o de Formación Profesional de Grado Medio (la cifra más baja desde 1995). Es decir, habría que aumentar la tasa en más de un 20 por ciento para llegar al nivel propuesto por la Estrategia de Lisboa, un objetivo que por mucha prisa que se dé, no se alcanzará.

La cifra que registra España en estos momentos es la peor desde 1995 y, además, pone de manifiesto que, lejos de mejorar, nuestro país es uno de los pocos de la UE que ha empeorado su situación en los últimos cinco años. De hecho, junto a Malta y Portugal, España es el tercer país que se queda fuera de los objetivos de Lisboa 2010.

Los datos en la Unión Europea son algo más positivos, pues en 2005 la cifra de jóvenes con Educación Secundaria se situaba en el 77 por ciento. Destaca, en este caso, la presencia de mujeres, que ya superaban en un cinco por ciento a los hombres hace tres años. No obstante, las diferencias entre unos y otras han ido aumentando y en 2007 la variación se situaba entre los 12 y los 14 puntos, siempre a favor de ellas.

Más investigación

Alcanzar la sociedad del conocimiento pasa por aumentar el número de científicos, pues si bien el número de licenciados en Matemáticas, Ciencias y Tecnología en la Unión Europea es mayor que en Japón o en Estados Unidos, por ejemplo, la cifra de trabajadores en estos ámbitos es menor que en esas zonas.

Para acabar con esta situación y cumplir los objetivos de la Estrategia de Lisboa, es necesario, según la Eurocámara, emplear en la UE a unos 700.000 investigadores. De ahí que llame la atención a los Estados miembros para que desarrollen políticas concretas que fomenten el interés de los jóvenes por estudiar carreras científicas. Y no sólo hombres, también mujeres: a pesar de que más de la mitad de los estudiantes de la Unión Europea es mujer, sólo un 15 por ciento ocupa cargos académicos altos. Por eso, el Parlamento pide cumplir un objetivo claro: que la presencia femenina en la investigación pública ascienda a un 40 por ciento, 15 puntos más que lo establecido por la UE. De momento, le quedan dos años para intentar llegar a esa meta.

El camino hecho…

La Comisión Europea valora de forma positiva los logros alcanzados en los Estados miembros respecto a los objetivos marcados.

«La Estrategia de Lisboa está funcionando. Está generando crecimiento y empleo. Está contribuyendo a que Europa y los ciudadanos europeos se enfrenten con éxito a la era de globalización». Así de rotundo y positivo se mostraba a finales del pasado año el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso. ¿En qué se basa para lanzar esta conclusión? Tal vez en los 6,5 millones de puestos de trabajo que se han creado en los dos últimos años o en los cinco millones que se prevén crear hasta 2009. O también en el aumento de la productividad y en la reducción del siete por ciento de la tasa de desempleo europea.

Lo cierto es que la sensación en la Unión Europea es la de que la Estrategia funciona. Y lo hace en todas las cuatro áreas prioritarias de las que ésta se compone. Ejemplo de ello lo encontramos en el ámbito de la pequeña y mediana empresa: según los datos de la Comisión, en apenas una semana se puede crear una empresa a través de una ventanilla única.

El ámbito de la I+D también ofrece muestras de haber hecho bien los deberes: todos los países miembros de la UE se han marcado un objetivo de inversión en investigación y desarrollo. Y según los cálculos de la Comisión, si todos los Estados cumplen su objetivo, la Unión Europea alcanzará un nivel de I+D del 2,6 por ciento del Producto Interior Bruto en 2010, si bien no hay que olvidar que el objetivo sería alcanzar el tres por ciento.

… Y el que queda por recorrer

La segmentación del mercado laboral y la falta de cualificación son algunas de las asignaturas pendientes.

A pesar de los pasos que se han dado, la Comisión Europea reconoce que sigue habiendo aspectos en los que los Estados miembros cojean. Uno de ellos es la falta de movilidad de los trabajadores: según sus datos, sólo el dos por ciento de los trabajadores viven y trabajan en otro país de la UE, por no hablar de las dificultades que tienen algunos a la hora de desplazarse por motivos laborales. De ahí que haya propuesto un plan de acción a favor de la movilidad de trabajadores en Europa.

Asimismo, la Comisión denuncia que muchos mercados laborales permanecen aún segmentados; es decir, mientras unos trabajadores están integrados, otros cuentan con contratos precarios y unas perspectivas inciertas. Por no hablar de la cualificación de los jóvenes de cara a su inserción en el mercado laboral, situación de la que responsabiliza a los sistemas educativos, que «no están haciendo lo suficiente».

En cuanto a datos concretos, mientras Holanda y Alemania ya cumplen los objetivos establecidos en Lisboa desde 2007, a España le queda mucho que hacer. De hecho, de momento, sólo Cataluña y Baleares son las únicas que han alcanzado los objetivos, si bien el país está muy lejos de llegar a la meta.

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