Al redactar un Plan de Empresa hay que definir con precisión el concepto de negocio, analizar la demanda real del producto o servicio que se ofrecerá y establecer qué canales se utilizarán para llegar al público potencial.

Pero todo eso servirá de poco si no se realiza también un estudio de la viabilidad económica del proyecto. Se trata de traducir en cifras las estimaciones realizadas en capítulos como los de marketing, recursos humanos o producción para poder determinar con garantías si el negocio será sostenible a corto, medio y largo plazo.

Además, los resultados de este análisis se convierten luego en una guía que permite comprobar a lo largo del tiempo si el proyecto se desvía o no, y hasta qué punto, del camino previsto.

El estudio de viabilidad analiza, entre otros, estos elementos:

  • Plan de inversiones: desde las mínimas imprescindibles para la puesta en marcha del negocio hasta las necesarias para el día a día. Debe establecerse cuáles se cubrirán con recursos propios y cuáles con recursos ajenos.
  • Cuenta de explotación provisional: por un lado, se analiza el volumen de ventas previsto en cada momento y, por el otro, los gastos, para así prever si los ingresos generados por la actividad permitirán cubrir estos últimos.
  • Plan financiero: la previsión sobre el balance de situación analiza la liquidez de la empresa (es decir, su capacidad de respuesta ante compromisos a corto plazo) y su solvencia (capacidad de respuesta a largo plazo).
  • Punto de equilibrio: conocido también como «punto muerto» o «umbral de rentabilidad», es la cifra de ventas a la que debe llegar la empresa para comenzar a tener beneficios.

En todos estos cálculos conviene adoptar siempre una posición «pesimista» al realizar las estimaciones. También es recomendable hacerlas imaginando no sólo uno, sino varios escenarios posibles: con una demanda regular, con demanda fluctuante, con diferentes precios de venta al público, etc.

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