Ilusión, vocación y, sobre todo, una buena idea de negocio. Éstas son algunas de las piezas clave que forman el puzzle de toda nueva empresa. ¿Como encajarlas? Muy fácil, tan sólo tienes que definir tus intenciones y tomar nota de las características que debe tener tu nuevo negocio.

En primer lugar, es recomendable que cuente con un mercado diferenciado. Es decir, debes tener claro el sector de clientes al que irán destinados los servicios de tu empresa, que tendrá que aportarles un valor añadido que no proporcione la competencia. Eso sí, la idea debe ser técnicamente viable, tanto factible como económicamente, de forma que la relación entre la inversión realizada y su recuperación a medio plazo lo haga rentable y permita generar recursos suficientes como para financiar el crecimiento del negocio.

Nunca está de más que cuentes con una planificación detallada, que incluya una estrategia de marketing. Es posible, incluso, que incorpore un plan de contingencias que prevea los pasos que se deberían seguir si el negocio no funciona.

¿Y qué sería de una empresa si no fuera por su capital humano? Debes contar con un equipo con buena cualificación. Como dicen los expertos, a veces es mejor apostar por un equipo ‘de primera’ con una idea ‘de segunda’, que por un equipo menos cualificado con una idea genial.

No estás solo

Si piensas que no cuentas con ayuda para llevar todo esto a la práctica, te equivocas. Ayuntamientos, consejerías de empleo, asociaciones de empresarios, de autónomos y de mujeres emprendedoras son sólo un ejemplo de las instituciones y entidades que se ponen a tu disposición para asesorarte en la puesta en marcha de tu empresa. Y lo hacen, por cierto, de forma gratuita.

Puedes informarte de varias maneras: en persona, por teléfono o desde su web. Tú eliges la forma que más te conviene. No obstante, algunos de estos organismos sólo informan de los trámites que deben seguirse para constituir legalmente la empresa, otras estudian tu idea, opinan sobre su viabilidad, te ayudan a buscar financiación o, incluso, te facilitan un espacio en los llamados viveros de empresas. Éstos ofrecen a los nuevos empresarios la oportunidad de poner en marcha su negocio con unos costes de alquiler y de servicios administrativos más asequibles que si se hacen de otra forma.

A través de estos organismos puedes, además, realizar cursos para potenciar tus conocimientos en técnicas de gestión empresarial, aspecto en el que la mayoría de emprendedores flaquean. Desde seminarios de unas horas hasta programas de varios meses, las modalidades de estos cursos son muy variadas, si bien en todas ellas se abordan temas fundamentales para la constitución de la empresa, como la elección de su forma jurídica o los contenidos del plan de empresa.

Cuestión de burocracia

Toda puesta en marcha de un negocio conlleva la realización de una serie de trámites. Pero no te asustes: desde que existen las ventanillas únicas empresariales (www.vue.es) éstos son mucho más sencillos. Los pasos más importantes que deberás seguir son:

  1. Redacción de la escritura de constitución y certificación negativa del nombre.
  2. Presentación de la declaración censal y obtención del código de identificación fiscal.
  3. Otorgamiento de escritura pública.
  4. Liquidación del Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados.
  5. Inscripción en el Registro Mercantil y alta en el Impuesto de Actividades Económicas e inscripción de la entidad en la Seguridad Social.
  6. Legalización de los libros oficiales y comunicación de apertura del centro de trabajo.
  7. Obtención de la licencia municipal de actividades e instalaciones.

El plan de empresa: tu carta de presentación

Se trata de un documento que recogerá la información básica del proyecto que quieres emprender.

Antes de poner en marcha tu idea de negocio, debes plasmarla en el plan de empresa. Este documento es fundamental no sólo para presentar el proyecto a los potenciales inversores, sino también para hacer un estudio en profundidad de la viabilidad del negocio (mercado y competencia, puntos fuertes y débiles del producto, etc.).

Ante todo, el plan de empresa debe ser eficaz, ordenado, comprensible, breve y fácil de leer. Para conseguirlo, es recomendable ofrecer cifras y tablas de fácil lectura, estructurar el contenido de forma clara y no extenderte más de 20 páginas. Olvídate, además, del argot técnico de difícil comprensión.

La forma está clara, pero ¿y el contenido? Por lo general, el plan de empresa debe constar de las siguientes partes:

  • Naturaleza del proyecto: se incluye en este apartado toda la información referente al producto o servicio en el que se basa la empresa y el equipo humano que formará parte de ella.
  • Características técnicas del producto o servicio que se va a comercializar.
  • El mercado: en este apartado, deberás precisar el segmento específico del mercado al que va dirigido el producto, detallando el perfil del cliente potencial y estudiar las posibilidades de crecimiento de ese mercado. No obstante, también tendrás que hacer referencia a la competencia y aclarar si tu proyecto será su directa competencia o la diferenciación.
  • Estrategia de desarrollo: es el momento de hablar de la política de producto, la de precio, la de marketing y de la de distribución. Es decir, se trata de explicar cómo se posiciona el producto, cómo se va a dar a conocer y cómo va a llegar al cliente. Todo ello nos servirá para hacer unas previsiones de ventas.
  • Organización: debes especificar qué forma jurídica adoptará el negocio y detallar el organigrama de puestos, departamentos y funciones.
  • Aspectos económicos: en este apartado se recoge la información referente a los aspectos financieros del proyecto. Es decir, deberás especificar la inversión inicial necesaria para la puesta en marcha de la empresa, las fuentes de financiación disponibles, la previsión de los resultados de la empresa a tres años vista y la del plan de tesorería durante los cuatro primeros trimestres de vida del negocio.
  • Resumen ejecutivo: es lo último que se redacta pero lo primero que debe aparecer en el plan de empresa. Su extensión máxima será de dos páginas y en ellas deberás plasmar una idea clara y completa del proyecto que quieres poner en marcha.

El estudio de viabilidad

Todo esto no te servirá de nada si no realizas también un estudio de la viabilidad económica del proyecto. Se trata, en definitiva, de analizar el plan de inversiones, la cuenta de explotación provisional (volumen de ventas y de gastos), el plan financiero (análisis de la liquidez de la empresa y de su solvencia) y el punto de equilibrio (la cifra de ventas a la que debe llegar la empresa para comenzar a tener beneficios).

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