Si bien antes de incorporarse a una empresa el candidato negocia sus condiciones, es posible hacerlo también una vez se ha incorporado a la compañía. Se trata, en definitiva, de una forma de sentar las bases del futuro profesional del nuevo empleado para hacer más atractiva la relación laboral que mantenga con la empresa. Aunque conseguirlo depende, sobre todo, de la filosofía y flexibilidad de la empresa.

No obstante, nunca está de más seguir un orden al negociar las condiciones con la compañía. El encuentro sería, por tanto, el primer paso, donde empleado y empresa deben plantear sus necesidades, siempre teniendo en cuenta que hay que alcanzar una armonía entre amabilidad y firmeza. Esto serviría para hacer un sondeo y evaluar la posición de ambas partes, momento tras el cual es conveniente ir estableciendo alternativas con el fin de llegar a un acuerdo.

Es fundamental en este punto alcanzar un equilibrio, pues la empresa no accederá a cumplir todos los objetivos del nuevo empleado si ella no alcanza también los suyos. Es lo que se llama win to win, un tipo de negociación, cada vez más frecuente, donde las decisiones adoptadas benefician a las dos partes implicadas.

Demuestra tu interés

Pero, ¿qué aspectos se deben tener en cuenta a la hora de negociar? Son muchos los que pueden pensar que el sueldo debe convertirse en el centro de toda negociación. Sin embargo, más allá de éste existen factores que pueden hacer mucho más cómoda tu vida profesional. La posibilidad de promoción dentro de la empresa es, en este caso, un factor fundamental antes de firmar el contrato. Una buena fórmula es interesarse por los planes de desarrollo de la empresa y las condiciones que exige ésta para poder hacer carrera.

Relacionado con ello están los planes de formación de la compañía. Nunca está de más plantearle la posibilidad de cofinanciar un programa de formación que sea de interés tanto para el nuevo empleado como para la empresa.

Y si de beneficios se trata, se pueden negociar otros que no sean salariales. Entran en juego aspectos como seguros médicos, coches de empresa o cheques comida, cada vez más habituales en la política de muchas empresas. De ahí que no sea de extrañar que se negocien como una parte más de la retribución total del empleado. Son variables que, además, juegan un papel importante a la hora de alcanzar el citado equilibrio.

Tu ‘plan de ataque’

Nada mejor que planificarse para alcanzar unos objetivos, y la negociación con la empresa no iba a ser una excepción. Por eso, conviene que tengas en cuenta cinco pasos básicos antes de plantear tus necesidades a la compañía:

  • Objetivos: hay que tener claras nuestras intenciones, pero también las de la empresa. De ahí que sea recomendable indagar en sus planes de futuro.
  • Orden: el horario, el salario, los medios técnicos… Son muchas las variables que pueden negociarse, por lo que deberás ordenarlas en función de la importancia que les asignes.
  • Límites: debes establecer unos límites para cada variable (salario mínimo, jornada laboral máxima que estás dispuesto a hacer, etc.) para saber hasta qué punto aceptar lo que plantea la empresa.
  • Reparto de poder: ten en cuenta que puedes contar con habilidades que beneficien a la empresa y que no tengan otros empleados, factor que aumentará tu poder en ella.
  • MAPAN: estas siglas hacen referencia a la Mejor Alternativa Posible al Acuerdo a Negociar; es decir, a la alternativa que tendremos si no se llega a un acuerdo con la empresa. En este punto, conviene ser sinceros, ya que los expertos consideran que mentir en este aspecto puede ser peligroso.

Gánate su confianza

Para conseguir tus objetivos, la empresa no valorará el tiempo que lleves en ella, sino cómo lo hayas invertido.

Una vez contratado, la empresa tendrá en cuenta una serie de factores que permitirán abrirte camino en ella. Eso sí, olvídate de considerar que cuanto más tiempo lleves, más te beneficiará la compañía. Lo que cuenta en este caso no es el período de tiempo en el que has trabajado en la empresa, sino cómo lo has invertido. Es decir, ésta valorará tu rendimiento, sobre todo si se utilizan en ella sistemas de evaluación individual.

Estos métodos consisten en el análisis detallado de la trayectoria personal de cada trabajador, evaluando así si se merece mejoras en sus condiciones laborales, las solicite o no. Para ello, el departamento de Recursos Humanos de la empresa determina unos topes máximos y mínimos de consecución individual, de modo que se permita medir de forma real y específica los objetivos.

Todo ello permite a las empresas conocer el grado de aportación de cada persona analizada. Además, esta metodología permite detectar las ausencias en la compañía para, de esta forma, impulsar métodos de aprendizaje y formación o, entre otros aspectos, desarrollar programas orientados a motivar a los empleados. También sirve para localizar a empleados clave y a aquéllos que merezcan una mejora de sus condiciones o ser ascendidos.

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