No hace falta ser psicólogo o experto en comunicación no verbal para comprender el significado de ciertas miradas y gestos. Todos somos capaces de interpretar el lenguaje corporal más evidente, como una mirada de cariño, un puño cerrado en posición amenazante o un gesto ostensible de desprecio. Pero el lenguaje corporal es mucho más complejo, porque todo nuestro cuerpo habla en todo momento.

Lo queramos o no, nuestro cuerpo transmite mensajes permanentemente, y a menudo contradice lo que están diciendo nuestras palabras. Estos mensajes son percibidos por los demás -aunque sea de manera inconsciente- y condicionan su relación de comunicación con nosotros.

No hace falta explicar, por tanto, la importancia de controlar nuestra comunicación no verbal cuando estamos en un contexto laboral: desde una entrevista de selección hasta una reunión de trabajo o un proceso de negociación salarial.

Es importante tener claro que no hay verdades absolutas. Que alguien se acaricie la barbilla no siempre significa que está reflexionando, al igual que taparse la boca al hablar no es un síntoma inequívoco de falsedad.

Por otro lado, cada gesto debe leerse en su contexto, porque puede significar cosas muy distintas según cuándo, dónde y cómo se produzca.

Multitud de libros y estudios han tratado de construir un «diccionario» de la comunicación no verbal. Hay que tomar estas indicaciones con reservas, nunca como fórmulas magistrales, pero sin duda pueden servir como orientación. Veamos algunas «entradas» de ese posible diccionario.

La mirada

Cuando nos encontramos con alguien, le miramos unos segundos a los ojos para detectar sus sentimientos e intenciones, y luego bajamos brevemente la mirada para mostrar nuestra intención de cooperar. No hacer esa pausa y mantener fija la mirada podría interpretarse como una actitud desafiante.

Durante una conversación, desviar la mirada justo antes de empezar a hablar indica que lo que vamos a decir es fruto de una reflexión meditada, mientras que mirar a derecha e izquierda cuando nos hablan suele ser una demostración de desinterés.

Mirar directamente a los ojos de quien nos habla demuestra interés y atención, pero mantener una mirada directa durante todo el tiempo es demasiado agresivo. En una entrevista de trabajo, por ejemplo -en la que debemos demostrar todo el interés del mundo-, convendría mirar a los ojos del entrevistador al menos el 80% del tiempo.

La posición del cuerpo

La norma fundamental es la que distingue entre cerrazón y apertura. Los brazos cruzados protegiendo el cuerpo son una posición defensiva bastante obvia, mientras que las posturas abiertas demuestran relajación, hasta el punto -cuando son exageradamente abiertas- de transmitir desinterés y mala educación. El cruce de piernas «americano», por ejemplo, con el tobillo encima de la rodilla, es muy poco recomendable en una entrevista de trabajo.

Los movimientos de la cabeza

Asentir repetidamente mientras escuchamos puede significar que entendemos y estamos de acuerdo o que queremos que nuestro interlocutor acabe lo antes posible para responderle. Una ligera inclinación hacia adelante indica que estamos escuchando, y escuchando con interés si al mismo tiempo nos inclinamos hacia un lado.

Las manos

A menudo no sabemos qué hacer con ellas, pero ellas siempre acaban haciendo algo, como por ejemplo:

  • Juguetear con objetos (síntoma de nerviosismo e inseguridad).
  • Entrelazar los dedos (un gesto que expresa autoridad y rigor, pero también voluntad de entendimiento y espíritu constructivo).
  • Frotarse entre sí (síntoma de impaciencia).
  • Girar para mostrar las palmas (transmitiendo sinceridad y franqueza).
  • Tocar levemente el brazo de nuestro interlocutor (para pedirle que confíe en nosotros y crea lo que le estamos diciendo).

Tocar a un desconocido, en cualquier caso, siempre es arriesgado, porque todas las personas tenemos un espacio personal de entre 45 y 60 centímetros que normalmente sólo dejamos que invadan aquéllos a quienes tenemos un afecto especial.

Cómo controlar nuestro cuerpo

Ante una entrevista de trabajo, es un error obsesionarnos en controlar al 100% nuestro cuerpo. Pero tampoco nos podemos olvidar de él.

No sería correcto iniciar la entrevista en una posición muy relajada, pero si no nos «soltamos» mínimamente a lo largo de la conversación, el entrevistador puede dudar de la información que le demos, porque percibirá nuestro nerviosismo.

No hay una fórmula ideal, pero sentarnos en posición recta o cruzando discretamente las piernas, con una ligera inclinación hacia adelante y las manos entrelazadas puede ser una buena posición «de salida» a partir de la que evolucionar con la conversación.

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