Odiados, queridos, envidiados y hasta infravalorados. Los jefes pueden despertar en sus empleados un sinfín de sentimientos, y éstos son sólo algunos. Porque entre unos y otros se crea un vínculo de lo más variopinto, influyendo en él muchos factores, aunque dependen de si nos encontramos en el pellejo del superior o del subordinado.

Así, si atendemos al empleado, ¿cuáles serían las características que debería reunir su superior para que esa relación fuera, cuanto menos, cordial? El Centro de Estudios Financieros (CEF) ofrece algunas pistas en su último estudio sobre ‘Las diez virtudes de los jefes’, donde sobresalen dos aspectos: la confianza y el diálogo. Y es que el 48 por ciento de los consultados por el CEF confiesa que el comportamiento que más agrada de su jefe es que manifieste en él su confianza, así como también dialogar con él «de forma abierta» (esto último en un 43 por ciento de los entrevistados).

Muy relacionada con las dos cualidades anteriores está el hecho de transmitir instrucciones con respeto y el esfuerzo por solucionar los problemas, dos de las virtudes más valoradas, esta vez en un 42 y en un 39 por ciento de los consultados, respectivamente. Ahora bien, también destacan el trato al empleado como si fuera importante para la empresa y exigir a éste en su actividad de forma razonable. En la misma línea, el trabajador español valora además la flexibilidad para desarrollar sus quehaceres y que su jefe sepa delegar en él cuando sea necesario.

Y nada mejor que contar con el apoyo del superior para sentirse satisfecho con su posición laboral. De ahí que, según el CEF, una de las virtudes más valoradas del jefe por los trabajadores españoles también sea que sepa escuchar y cuente con las ideas que sus trabajadores aportan, algo que también servirá para poner en práctica otra cualidad apreciada: que corrijan lo malo y reconozcan lo bueno.

Se trata, en definitiva, de virtudes basadas en la comprensión, la comunicación y, sobre todo, la confianza. Sin embargo, el informe del Centro de Estudios Financieros deja ver que aún queda camino por recorrer, ya que hay cualidades, también importantes, que apenas se valoran en los jefes. En concreto, se señala la imaginación y la creatividad, la imparcialidad en la valoración del desempeño, la explicación al detalle de los proyectos y el aprendizaje de los errores, virtudes destacadas sólo por una cantidad de trabajadores que oscila entre el 13 y el 11 por ciento.

No obstante, la valoración varía en función de la edad del empleado, ya que los jóvenes han demostrado ser más benévolos a la hora de dar su veredicto que los trabajadores más mayores. De un modo u otro, de los datos del CEF se desprende el retrato robot del jefe ideal, que sería aquél que otorga confianza a sus subordinados, defiende el diálogo con sus empleados, los trata con respeto y tiene la intención de resolver problemas, así como de contribuir al desarrollo profesional de su equipo. Una vez diseñado, el reto, ahora, es encontrarlo.

Cuestión de salud

El tipo de jefe con el que tope un empleado no sólo influye en su forma de trabajar: también lo hace sobre su salud. Al menos, así lo es para el psicólogo estadounidense Kenneth M. Nowack, quien ha alertado de que un mal jefe puede tener efectos como riesgos cardiovasculares o el estrés, que a su vez puede repercutir de forma negativa en la forma de trabajar de sus empleados, aumentando el absentismo laboral y el presentismo (la tendencia a trabajar más horas pero no por ello rendir más; es decir, estar en el puesto físicamente pero no mentalmente).

En este sentido, el psicólogo recomienda que para combatir el estrés «lo importante no es el acontecimiento que lo provoca, sino la percepción de éste y de cómo podemos afrontarlo».De ahí que aconseje evaluar el estrés de forma individual a cada trabajador.

Las claves del buen líder

El psicólogo Kenneth M. Nowack anima a los cargos directivos a seguir una serie de pautas para convertirse en un buen líder. En concreto, considera que los buenos jefes deben «ser honestos, compartir información con sus empleados y preguntarles siempre cómo se sienten, para ganar su confianza».

Se trata, en definitiva, de involucrar a los empleados en sus tareas, «mostrar interés por su carrera profesional, reconocer sus méritos y desarrollar programas de salud en los centros de trabajo», añade el psicólogo.

En su opinión, los trabajadores que cuentan con un líder adecuado son más competentes y demuestran un menor nivel de estrés laboral, mientras que los que padecen un estrés prolongado registran un mayor número de bajas en la empresa y «una menor productividad». Y es que, según Nowack, los equipos de trabajo mal gestionados son un 51 por ciento menos productivos y un 44 por ciento menos rentables, ya que los resultados en el desempeño de la actividad diaria de los trabajadores están vinculados con la salud de éstos, sobre todo si padecen estrés.

Ante esta situación, el psicólogo estadounidense propone una «fórmula para ser felices» tanto dentro como fuera del trabajo. Ésta se compone en un 50 por ciento por condiciones genéticas, en un diez por ciento por circunstancias externas y en un 40 por las decisiones que se toman a diario. Aunque para Nowack lo mejor es gozar de una felicidad «moderada», ya que esta situación «lleva a desear mejoras en nuestro trabajo y en nuestra vida personal», explica.

El que algo quiere…

¿Sabes cómo plantear a tu jefe una subida salarial? Según un informe de la escuela de negocios ESCP-EAP, además de argumentar razones de peso, lo más habitual es hacer marketing de uno mismo.

El jefe es una figura esencial en el desarrollo de la actividad diaria de un trabajador, pero también en momentos determinantes de su vida profesional, como el de promocionar. De hecho, según un estudio de la escuela de negocios ESCP-EAP, los empleados españoles son tendentes a acudir a su superior cuando quieren ascender planteándoles razones de peso, siempre guiadas por la lógica, para conseguirlo. Asimismo, cuando de lo que se trata es de cambiar la dinámica de su trabajo, el empleado no duda en echar mano de la misma táctica.

La cosa cambia cuando, además de escalar puestos, es de subidas salariales de lo que se habla. En este caso, lo más utilizado es el llamado ‘auto-bombo’, es decir, hacer publicidad de uno mismo. ¿Cómo? Sobre todo, destacando el éxito logrado por el trabajador en la empresa, su fidelidad hacia ésta y su experiencia, entre otros factores.

La tercera vía persuasiva a la que hace referencia el estudio de la ESCP-EAP es la búsqueda de «aliados estratégicos» dentro de la firma. O sea, dar con un grupo de compañeros seguidores que defiendan al empleado en cuestión y secunden sus afirmaciones y méritos.

No obstante, el mismo documento hace referencia a otras tácticas, como la de dejarse de rodeos y saltarse al jefe directo para trasladar sus peticiones al mando superior o la de plantear de forma directa y persuasiva sus demandas. También es frecuente el recurso al intercambio de favores, caso en el que el empleado negocia con sus superior las ventajas que crea oportunas a cambio de favores profesionales, como el de asumir más tareas.

Más cómodos

Las tácticas empleadas por los trabajadores españoles para influir en sus jefes difieren poco de las que recurren los europeos. De hecho, en ambos casos, la primera opción es dar argumentos de peso, si bien en el caso de los últimos, después de esto, lo habitual es buscar aliados en la compañía y, como tercera opción, hacer uso del marketing personal. La demanda directa sería la cuarta alternativa, mientras que saltar al jefe directo y el intercambio de favores ocuparían las dos últimas posiciones en el orden de preferencias a escala continental.

A pesar de todo, del estudio de la escuela ESCP-EAP se desprende que los trabajadores españoles prefieren recibir órdenes a darlas, al contrario de lo que ocurre en otros países de Europa, donde los subordinados son más proclives a involucrarse en la toma de decisiones. De ahí que el informe subraye que aquello de «que decida el jefe, yo no me responsabilizo», sea una consigna típica de las compañías españolas, frente a la tendencia a plantear sugerencias y nuevas ideas de los trabajadores del norte del continente.

Abuso de poder

La falta de honestidad es uno de los defectos más comunes entre directivos, según pone de manifiesto una encuesta realizada por Deloitte.

Llegar al poder es algo tentador que llega a su máxima expresión en ciertas ocasiones en el mundo directivo. Y es que una encuesta de Deloitte a 4.000 trabajadores pone de manifiesto que la mayoría de éstos estima que su jefe abusa de su posición.

En concreto, defienden que sus superiores no son honestos con sus subordinados en cuanto al tiempo que le dedican a la empresa, si bien reconocen que algo más de honestidad aumentaría el grado de implicación de la plantilla en la empresa. Es más, la mayor parte de los consultados por Deloitte considera que una buena relación con sus directivos influye de forma positiva en el aumento de los beneficios que obtuviera la firma.

Otro de los datos que se desprenden del documento de Deloitte es que cuanto más gana el directivo, más facilidades tiene para conciliar vida laboral y familiar. Y muestra de ello es que el 40 por ciento de los entrevistados con ingresos superiores a los 75.000 dólares al año reconocen haber conseguido equilibrar ambos aspectos de su vida. Algo que, sin embargo, sólo alcanza uno de cada tres directivos que cobra entre 25.000 y 35.000 dólares.

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