¿Qué es mejor: tener una formación sólida y nada de experiencia laboral, o contar con una mezcla de ambas? Dependerá mucho de cada caso concreto pero muchas empresas apuestan por contratar a recién licenciados, sin nada de experiencia a sus espaldas, pero a los que pueden formar en la propia compañía. Es el caso del estudio de arquitectura d3, una joven firma puesta en marcha por el arquitecto José Manuel Picó, que ya tiene su propia experiencia en esto de la captación de talentos potenciales.

«Lo más positivo que nos encontramos con los chicos y chicas que están sin experiencia, y que suelen estar en la década de los 20, los que llamamos veinteañeros, es que son profesionales en potencia, con todo lo bueno que ello conlleva», explica la directora de Estrategia y Organización de d3, Esther García Martín. «Son una materia prima que tiene grandes posibilidades de proyección profesional. Nosotros los llamamos ‘perfiles esponja’, en el sentido de que pueden moldearse siguiendo las pautas del sello d3, que es lo que pretendemos».

Estos jóvenes no están «viciados» por otros empleos y suelen estar muy abiertos a recibir formación y aprender de lo que ven en su entorno de trabajo. Además, se trata de personas muy frescas, que llegan «con la inocencia atrevida de un profesional que aún es incipiente y que te aporta nuevas visiones».

Algunas pegas

Pero no es oro todo lo que reluce. Porque si la contratación de un veinteañero tiene muchas ventajas para una empresa, también tiene su lado negativo. De hecho, los denominados por algunos expertos en Recursos Humanos como Generación Y no comparten los mismos valores que las generaciones precedentes. «Centrándonos en el mercado español, ha habido un cambio generacional importante en cuanto a la concepción de los valores sociales», comenta Esther García. «En ese sentido sí que nos encontramos con ciertos escollos en la interpretación de términos como la lealtad o la autoridad».

Los jóvenes de 20 años no sienten interés por la autoridad y no muestran respeto por incorporarse a su primer empleo, no sienten el compromiso. «En décadas anteriores cuando conseguías un primer trabajo realmente era un motivo muy ilusionante, por el que apostabas. Básicamente era un proyecto tuyo que querías desarrollar».

En estos momentos existe un gran desequilibrio entre las expectativas de la empresa hacia el joven empleado y lo que éste quiere aportar. Como señala Esther, «buscamos gente motivada, que apueste por el modelo de negocio que les ofrecemos. Y sin embargo nos encontramos, muy a menudo, con jóvenes candidatos que, ya de por sí, vienen un poco desencantados, a la espera de qué es lo que les ofreces, que ellos valoran si merece o no la pena».

Esta nueva generación de profesionales antepone una lista de condicionantes económicos, personales y de rutinas de trabajo. Y ello inhibe, muchas veces, sus propias capacidades de aprendizaje y proyección dentro de la empresa. «Es como una carencia latente en la capacidad de trabajo y de esfuerzo que impide un desarrollo intelectual que ellos aún tienen inmaduro».

Con los cinco sentidos

¿Cómo puede aprovechar una persona joven una primera experiencia laboral? Poniendo los cinco sentidos en el aprendizaje y en la cooperación dentro del estudio. «Motivación, positivismo, honestidad, compromiso… son valores que les van a ayudar a generar un clima idóneo para sentirse útiles y respetados dentro de la empresa. Y crear un entorno y un clima de trabajo muy aceptable».

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