Los conflictos laborales son tan antiguos como el trabajo mismo. Pero en los últimos años el análisis y la divulgación de este fenómeno ha cobrado cierto protagonismo.

¿Por qué razón? Porque los roces son cada vez más habituales en un entorno de trabajo en el que se produce sin descanso y cada cuál intenta protegerse de los demás.

La tipología de las personas conflictivas que nos podemos encontrar en el trabajo es tan compleja como amplia. Aquí tienes una muestra de los perfiles y comportamientos peligrosos más habituales.

Los que se cuelgan medallas con nuestras ideas

Son personas a quienes les falta preparación o capacidad para triunfar, pero que poseen un gran instinto de supervivencia. Se acercan a los profesionales brillantes buscando su amistad, aunque lo que realmente quieren es conseguir información.

Para evitar que nos roben ideas, cada vez que queramos presentar una deberemos comunicársela directamente a nuestro superior y a diferentes personas de nuestro equipo. Cuanta más gente esté informada mejor, así será más difícil que un ladrón de ideas se atribuya nuestros méritos.

Los que nos critican a nuestras espaldas

Lo mejor es hablar con ellos y averiguar qué es exactamente lo que andan diciendo de nosotros. Conviene tratarlos con firmeza, pero sin mostrar enfado porque quizá la información que nos ha llegado está distorsionada o, aunque sea cierta, si el otro detecta que ha tocado un punto sensible se cebará y seguirá atacándonos.

Si centra sus críticas en desprestigiarnos, deberemos utilizar los canales de comunicación habituales en la empresa (informes, comunicados, e-mail, etc.) para dejar constancia por escrito de que nosotros hacemos bien nuestro trabajo.

Los que nos pasan sus tareas

Son personas deciden endosársela a sus compañeros tareas que no les interesan para nada o que constituyen una sobrecarga.

Algunas lo hacen descaradamente, otras lo piden como un favor con tanta amabilidad de forma que si te niegas a ayudarles puedes hasta pensar que eres culpable. Pero todo tiene un límite.

No debemos sentirnos en la obligación de ayudarles, ni por amistad, ni por pena, ni por sentido del deber. Hay que dejar claro a esas personas que su tendencia a escurrir el bulto es egoísta y es un obstáculo para que nosotros podamos hacer el trabajo que realmente nos corresponde.

Los aprovechados

El consultor de empresas y escritor Wess Roberts los define como ?personas adictasa utilizar los recursos de la empresa en beneficio propio (…). Suelen ser unos gorrones encantadores que se preocupan más de buscar lo que puedan conseguir de ti que de hacer algo por ti?.

Hay que tener cuidado a la hora de denunciar su actitud porque son auténticos artistas del engaño y aun cuando realmente estén utilizando de forma ilícita los recursos de la empresa, pueden llegar a convencer a los jefes de que no es así. Pero tampoco hay que convertirse en sus cómplices. Lo mejor es mantenerse al margen.

Los hipersensibles y entrometidos

Son personas altruistas, preocupadas por el bienestar de todos, que dan mil vueltas a cuestiones insignificantes y se inmiscuyen indebidamente en asuntos que están fuera de su competencia.

Cuanto menos sepan de nuestra vida privada y de nuestras responsabilidades, mejor, porque tienen tendencia a involucrarse en los asuntos personales y profesionales de los demás y a convertir detalles en grandes bolas de nieve.

Los hipersensibles son personas que necesitan ser escuchadas y a las que es bueno reconocer sus esfuerzos por contribuir a la mejora de la empresa, pero hay que hacerles ver la diferencia entre las cosas que se imaginan y las que son reales y no entrar en su juego de cotilleos y ?corre, ve y dile?.

Los insoportables quejicas

Todo les molesta, todo se hace mal, todo el mundo está en su contra… A veces tienen razón, pero exageran tanto cualquier problema que acaban por ser insoportables. El problema es que en ocasiones su pesimismo puede arrastrarnos en momentos en que lo que necesitamos es objetividad.

Hay que dejarles claro que están distorsionando la realidad y que sus quejas no nos interesan, si no corremos el peligro de que nos bombardeen constantemente con ellas. Cuidado también con su táctica de buscar chivos expiatorios. Son personas que cuando se equivocan le echan las culpas a los demás. Hay que reaccionar rápidamente y dejar claro a los superiores de quién es la culpa.

Los defensores del statu quo

Son personas formalistas, inflexibles, sin creatividad, que se rigen exclusivamente por las normas y que ponen mil trabas a cualquier innovación. Son buenos trabajadores, pero dificultan enormemente el desarrollo de cualquier trabajo que se salga de lo previsto.

Hay que impedir que nos intenten imponer sus limitaciones. No se trata de dejarlos al margen de los nuevos proyectos sino de encargarles las tareas con las que se sienten cómodos y reconocérselas, dejando para personas más abiertas las que requieren un esfuerzo creativo.

Fuentes

– Tiranos, víctimas e indiferentes. Estrategias para lidiar con compañeros difíciles, de Wess Roberts, editado por Empresa Activa.

– Cómo trabajar con gente difícil y sobrevivir en el intento, de Muriel Solomon, editado por Gestión 2000.

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