Las despedidas suelen ser un trago amargo. Más todavía cuando se enmarcan dentro del terreno laboral. Porque, seamos sinceros: ¿Quién no ha pensado alguna vez que cuando consiga otro trabajo le dirá cuatro cosas a su jefe? La presión soportada durante un largo tiempo hace que muchos respondan afirmativamente a esta cuestión.

Sin embargo, a la hora de la verdad esta postura no resulta nada favorable. La razón reside en que la actual configuración del mundo empresarial hace que te encuentres a las mismas personas en diferentes organizaciones a lo largo de tu vida. Y, claro está, no te conviene para nada enemistarte con ellas si no quieres tener problemas laborales o conseguir un determinado puesto.

«Las personas son las que componen una organización y, cuando te vas de ella, tienes que dejarte las puertas abiertas al máximo porque no sabes si a esas personas te las vas a encontrar en otra empresa o incluso en otro proceso de selección», afirma tajantemente Balbina López de la Torre, directora del área de Recursos Humanos y jurídica de Ide-Cesem. «No es un tema de caridad con las empresas, sino de egoísmo personal puro y duro: tengo que protegerme para el futuro y la forma que tengo de hacerlo es portándome bien».

Hay que ir paso a paso

Una vez que se ha tomado la decisión de abandonar la empresa para la que uno trabaja, conviene seguir una serie de pasos. Lo fundamental es continuar con la trayectoria habitual en cada compañía, procurando quedar bien con todas las partes.

En algunas firmas se suele acudir primero al departamento de Recursos Humanos y luego se habla con el jefe, y en otras lo habitual es justo lo contrario. «En cualquiera de los casos, lo que conviene hacer primero es mantener una conversación informal con tu jefe, para avisarle de que hemos recibido una oferta y estás planteándote aceptarla», afirma Balbina López de la Torre.

Aunque en tu fuero interno ya hayas tomado una decisión, no conviene presentarlo como un hecho completamente cerrado, si no que hay que dejar la puerta un poco abierta «porque nunca sabes si te van a hacer una contraoferta». En la mayoría de los casos, ésta no llegará.

Pero la conversación con nuestro superior servirá para que éste aproveche para decirte lo que no le gusta de tu forma de trabajar («lo cual puede ayudarte en el futuro») o las tres virtudes que más te caracterizan. «Siempre es bueno que te fortalezcan un poco el ego, la autoestima, sobre todo cuando estás a punto de irte a otra empresa», concluye Balbina López de la Torre.

Los cauces oficiales

A la hora de dar el siguiente paso, tu jefe puede aconsejarte sobre lo que hacer, normalmente una carta escrita en la que figure tu baja voluntaria, a partir de qué fecha, entregando una copia a Recursos Humanos. De este modo podrán preparar tu finiquito y rescindir el contrato en el momento señalado.

Un punto muy interesante en todo este contexto es el de la negociación de la fecha de salida de la compañía. Aquí no debería primarnos el factor del tiempo. Las cosas no se hacen mejor por ir más rápido. Paciencia.

La contraoferta y la inteligencia emocional

¿Qué debes hacer cuando tu actual empresa te ofrece una contraoferta para que sigas con ellos? Si lo que te oferta la compañía realmente te interesa, deberías aceptarlo. Pero siempre debes ser cauto en este tema, para no perder tu credibilidad. Como sostiene Balbina López de la Torre, «yo no puedo llegar en enero a mi jefe y decirle que me han ofrecido el doble de mi salario y que me voy, me realizan una contraoferta que me lo iguala y me quedo. Y al llegar el mes de marzo, volver a hacer lo mismo». ¿Es necesario decir qué empresa es la que te ha hecho la oferta de trabajo? La verdad es que no, ya que el 90 por ciento de nosotros somos prescindibles. «La contraoferta te la harán porque tu trabajo es válido, no por otra cosa». En el caso concreto de que quien quiera contratarte sea el competidor directo de tu actual empresa, entonces puede interesarte decirlo. Es decir, «cuando forme parte de tu propia estrategia personal».

Por otro lado, la inteligencia emocional es la capacidad para identificar la emoción que experimentamos y tomar medidas para equilibrar nuestro estado anímico, generando el desempeño que mas convenga para cualquier situación. «Te ayuda a sopesar la realidad, porque muchas veces los hechos están desvirtuados por nuestra propia manera de afrontarlos emocionalmente», según explica Balbina López de la Torre.

Cuando el jefe te regaña, siempre va a hacer que te sientas mal en el plano emocional. Pero tienes dos caminos: aceptarlo y decirte que puedes mejorar o verlo como algo negativo. «Si vas acumulando percepciones negativas en un trabajo, lo que hace es que tu inteligencia emocional no funcione, no siendo capaz de discernir los hechos de los sentimientos». Se tienen percepciones valorativas erróneas sobre una situación real.

En la entrevista de salida con tu jefe, te puede apetecer decirle lo mal que se ha portado, y lo mismo sucede con algunos compañeros. Sin embargo hay que aprender a mantener el tipo, con lo que demostraremos que somos buenos profesionales. «Si puedo controlar esa situación, puedo controlar el aspecto emocional de las cosas sin perder los nervios».

Nueva escala de valores

El salario no es el único factor que debería valorarse a la hora de cambiar de trabajo. Calidad de vida, de ambiente de trabajo, de jefe, de aprendizaje, de horarios, de flexibilidad, entran a formar parte de las nuevas expectativas de los trabajadores. Algunas firmas ofrecen una serie de beneficios sociales como complemento al salario: tickets restaurante, plan de pensiones, coche de empresa…

Aunque el sueldo base sea algo inferior, siempre habrá que valorar cuánto dinero extra necesitaríamos para poder cubrir todos esos beneficios adicionales que nos va a facilitar la compañía.

En este punto también están al alza hechos como el tener un buen feeling con tu jefe, o formar un buen equipo con él. «Incluso algunas ventajas como el contar con un microondas en la oficina y poder llevarme la tartera desde casa para comer allí», señala Balbina López de la Torre.

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